Raíces africanas en la Música Latina (II): La Cumbia, mestizaje indígena, africano y español
Es quizás la expresión más pura del mestizaje colombiano: indígenas, africanos y españoles (Músic on the Stage. 2da. Feria del Trabajador Inmigrante)
La Cumbia. En Colombia, la cumbia nació gracias a la influencia Africana. Este ritmo se extendió con los siglos por todo el continente. Musicólogos han encontrado una relación directa entre la palabra cumbia y el baile cumbe, proveniente de Guinea y que significa fiesta.
Un poético, e irresistible, simbolismo que compara el quiebre salteado de la cumbia con la memoria de los esclavos que intentaban bailar, aunque sus pies estaban lentos por las cadenas y los grilletes. La cumbia es por lo tanto la imagen viva de la fiesta y de la influencia africana en esta costa.
La experta en música costeña colombiana, María del Pilar Jiménez González, sitúa su origen alrededor del siglo XVIII, en la Costa Atlántica colombiana. La cumbia es el resultado de un largo proceso de fusión de los indígenas (maracas), los blancos (gaitas) y los africanos (tambores).
La alegre Cumbia nace en un época en que los indígenas y los africanos eran explotados en las minas y en las plantaciones.
Hacia el año de 1800 la cumbia encontró su epicentro en la ciudad de El Banco (Departamento de Magdalena), en la parte alta del valle del río Magdalena. Nada describe mejor el sentimiento de los colombianos por este ritmo como la canción ‘Yo me llamo Cumbia:
“Yo nací en las bellas playas caribes de mi país; soy barranquillera, cartagenera, yo soy de ahí; soy de Santa Marta, soy monteriana, pero eso sí: ¡yo soy colombiana, o tierra hermosa donde nací!”
Barranquilla se presenta como la gran plataforma de lanzamiento de la cumbia. La ciudad porteña situada en la desembocadura del Río Magdalena contribuye con su famoso Carnaval a que su música sea expuesta y vivida de manera internacional, a través de sus bailes y comparsas.
Junto con el guaguancó cubano, la cumbia es considerada por muchos como la reina de los ritmos afrocaribeños. Su combinación de tambores africanos, melodías criollas y danzas indias; hacen de ella un ritmo único que también ha tenido influencia en otros géneros latinos.
La mayor transformación de la Cumbia se registra en los años treinta. El apoderamiento de las clases acomodadas de su ritmo y expresiones populares obligan un cambio estético del género (que tiempos atrás consideraban indigno e insignificante).
La Cumbia dejó de ser exclusivamente instrumental y con el tiempo se le incluyó la letra y se incorporó el acordeón; posteriormente se sumarían otros instrumentos electrónicos y la orquestación completa.
La cumbia orquestada, es decir, la cumbia moderna, adquirió un ritmo encantador que se comenzó a escuchar en clubes, fiesta y millones de hogares.
En cuestiones técnicas, la cumbia nace al mezclar los sonidos de la flauta de millo o bambú, la gaita, el guache, las maracas y los tambores que incluyen al Tambor llamador (macho), Tambor alegre (hembra), y la tambora.
El máximo representante de la raíz africana en la música colombiana fue Joe Arroyo, quien comenzó su carrera de adolescente, cantando en los burdeles de Cartagena. Arroyo se enamoró del funk de James Brown, el reggae de Bob Marley y los calipsos de Mighty Sparrow.
Después de hacerse famoso con la orquesta de salsa Fruko y sus Tesos, construyó una carrera solista explorando una amplia variedad de ritmos afro. Su éxito más rotundo, “Rebelión”, es una narrativa que evoca la historia de la colonización, y que estalla en el contundente estribillo: “no le pegue a la negra”.
El Mapalé, por su parte, nació como una canción y danza del trabajo de los pescadores en la Costa Atlántica. Después de terminar su día de trabajo como esclavos, los africanos, llegados principalmente de Angola, bailaban este ritmo sensual que hoy está presente en el folclore colombianos caribeño.