Carlos Duke, con su Cajita de Sorpresas, nos trae a Nueva dulces recuerdos de la tierrita
“En bachillerato, en mi pueblo El Santuario, vendía dulces a los compañeros, y me iba muy bien, pero eran dulces Americanos. Ahora, en Nueva York, vendo dulces colombianos”
New York. Por Mauricio Hernández. Cientos de personas hispanas mayores de edad esperan impacientes a Carlos Duque, todos los días entre semana, a partir de las cuatro de la tarde. A esa hora, nada mejor que un receso para deleitarse con un postre o una golosina con los que crecimos en nuestros países de origen. Y este aguerrido paisa llega con su tienda ambulante, repleta de golosinas para endulzar la tarde y calmar la ‘nostalgia gastronómica”.
Duque llegó hace 15 años a Nueva York de Santuario, Antioquia (Colombia), pero hasta hace solo cuatro se
ha convertido en una especie de embajador de las golosinas colombianas. “Al comienzo le pedía el favor a familiares y amigos que me trajeran las golosinas. Hoy ya compro por volúmenes y gracias a Dios todo se vende muy bien”, nos cuenta Duque, que llegó a este negocio por necesidad.
“Tenía que pagar un dinero importante y el trabajo no me alcanzaba. Y me lancé a la calle con los dulces”, nos dice Duque en la Northern Boulevard, donde comienza la ruta del día. Luego recorre la 37 Avenida y por último la Roosevelt, en el sector latino. “El día que no voy a algunos lugares, cuando regreso me hacen el reclamo”.
Duque trabajó de mesero, de portero de seguridad, en la construcción, y hasta de DJ en discotecas, antes de vender sus dulces en dos maletas de viaje que lleva rodando por las calles de Queens. “Ha sido muy duro, pero estoy montando una máquina con mis dulces en Servientrega, una empresa de paquetería en la 37 Ave. Y la idea es poner más máquinas”, puntualizó Duque.
“En bachillerato, en mi pueblo El Santuario, vendía dulces a los compañeros, y me iba muy bien, pero eran dulces Americanos. Ahora, en Nueva York, vendo dulces colombianos”, recuerda Duque. “Los ecuatorianos y los mexicanos han aprendido a disfrutar de nuestras golosinas. A los latinos lo que más le gusta son las rosquitas y los plátanos fritos”.
«He recibido el apoyo de muchos negocios y de muchas personas», puntualiza Duque mientras nos recuerda que la gente se emociona cuando puede encontrar en su puerta las golosinas que comían de niños, y también de viejos, como nos confiesan muchos. El éxito de Duke, además de su educación y amabilidad, es recordarles los sabores de la ‘tierrita’ a los vecinos con los chitos, chocolatinas Jet, shaquiras, frunas y hasta más de 50 diferentes productos.
Tuvo tienda en la 82 y 37, en una cabina telefónica de un locutorio y se movió por varios lugares de la Roosevelt. Su último intento por permanecer en un sitio fijo fue en la 90 con 37 Ave., «donde descubrí que la calle era mejor negocio».