Evelyn Heilbron, fundadora de CSOC que ayuda al inmigrante vulnerable: “Yo creo en los milagros”
CSOC atendió en la pandemia hasta 800 familias cada día; hoy, cuatro años después, más de 150 familias inmigrantes reciben alimentación, ropa, educación y asesoría. En la foto, Evelyn Heilbron junto a sus dos hijos, que la acompañan y participan de la obra social.
La organización germinó en el corazón de la barranquillera y fue apoyado por un grupo de madres y mujeres del vecindario
Con el tiempo se sumaron también hombres y hoy la cifra de voluntarios supera los 300. Más de 20,000 personas vulnerables han visitado el banco de alimentos de CSOC desde su fundación hace cuatro años.
New York. Mauricio Hernández. Evelyn Heilbron volvió al servicio social 19 años después de haber sido voluntaria en el Pabellón de niños del Hospital Universitario de su Barranquilla, en 2005.
Pero la pandemia y la salud de su hijo, que quedó completamente ciego tras un derrame cerebral, la devolvieron al camino de la solidaridad y la ayuda comunitaria, ahora ya En Nueva York.
Fueron dos grandes motivaciones que le llevaron a renunciar a todo para dedicarse al servicio de los demás, sin sueldo, solo con las ansias de ayudar: el hambre y el frío de los inmigrantes en la pandemia y refugiar el dolor que le partía el alma al ver a su hijo completamente ciego tras un derrame cerebral.
A la semana siguiente convoqué a las madres de los compañeros de la escuela de mi hijo, les dije que quería hacer una organización, que quería ayudar. “Ocupar mi mente en el servicio de los más vulnerables fue mi mejor terapia”.
Hambre, pandemia y vulnerabilidad. “Todo comenzó con la pandemia, las cosas fueron muy duras”, recuerda Helibron en el Centro de Servicios Comunitarios CCSO (Community Centers Services Organization), la organización que comenzó en la calle, sin recursos, solo con las ansias de ayudar, y hoy atiende a diario entre 150 a 200 familias.
“CSOC fue el templo donde germinaron los milagros”, dijo con los ojos cristalinos Evelyn. “En el 2019 mi hijo, con 13 años, tuvo un derrame cerebral y perdió completamente la vista. En noviembre los médicos especialistas me anunciaron que mi hijo Germán no volvería a ver”, agregó.
“Y decidí servir. Pedí a Dios un intercambio de mi vida al servicio a cambio que mi niño volviera a ver, entregué mi vida al servicio ese día, e hice una petición.”
El proceso de duelo la devolvió al servicio comunitario como una forma de olvidar el dolor. Comenzó pegando carteles en el vecindario anunciando la repartición de comida en un parque.
Su hijo German, que recién había perdido la vista, ayudaba a su mamá y a su hermana a pegar los carteles en Jackson Heights anunciando la repartición de comida. Recuerdo que el primer día, entre los tres desembarcamos el camión, ayudados por una voluntaria.
Pero con el tiempo, se sumaron más ángeles. “Oscar (Escobar) se sumó a la obra a los siete meses; llegó con una de las madres que fundaron conmigo la organización y su trabajo y apoyo han sido y son maravillosos”.
Las necesidades fueron creciendo, entonces Heilbron pidió ayuda a varios líderes y candidatos electos, “pero solo me escuchó Jessica Ramos”, afirma Heilbron.
La sede está en la 93-15 de la Avenida Corona, en el barrio Corona, donde estuvo el centro mundial de la pandemia que causó la muerte a más de 350 vecinos. Este edificio se consiguió gracias al corazón de Evelyn, el apoyo y la gestión de Jessica Ramos y la donación de la filántropa Gina Argento, la CEO de Broadway Stages.
Cuál es la principal necesidad que tienen hoy?
Debemos pagar los servicios públicos de este lugar y mantener los comedores. Seguimos en una situación crítica y la necesidad de alimentar a muchas personas en el área y en todo Nueva York.
La colombiana afirma que recibe muchas donaciones en artículos, ropa, objetos, etc., “pero tenemos la necesidad de comprar cosas de aseo para el mantenimiento del lugar, transporte, gasolina”, puntualiza Heilbron, que está dedicada al cien por ciento a la obra y no tiene sueldo.
Aquí todos somos voluntarios, nadie recibe sueldos. Los voluntarios salimos a las calles a pedir, y son personas que trabajan y sacan tiempo para apoyar la obra que atiende todos los días a la comunidad vulnerable del sector.
El primer centro comunitario al aire libre, donde repartíamos comida y mercados durante la pandemia, hoy sigue abierto todos los lunes en la 34 Ave con la calle 77.
Hoy en la sede de Corona CCSO imparte clases de inglés, de arte para los niños, de bordados para las señoras. Brinda comida caliente, despensa de alimentos, ropa para las personas desamparadas, abrigos para el frío, productos para el aseo personal. Es un movimiento de ayuda todo el tiempo.
Vamos a los albergues y llevamos ropa, abrigos, comida. En la esquina donde nos soliciten, ahí estamos. En cualquier lugar de Nueva York.
Y qué pasó con su hijo Germán? Cómo está?
Evelyn: «Mi hijo ya ve un 60 por ciento, y los médicos no lo entienden. Pero yo si lo entiendo. Es un milagro.«
“Jessica nos ayudó con un espacio bajo techo porque nos estaba matando el frío, la nieve, el clima, la falta de un baño; comíamos en la banca del parque. Fue terrible, pero a la vez maravilloso porque logramos mostrar la fuerza para sobrevivir”, dice Heilbron.
Algunas empresas nos han apoyado en algunos eventos, pero necesitamos que se conscienticen de que estamos acá, que necesitamos ayuda permanente para el sostenimiento.